Actualmente, debido a diversas causas, existen muchas parejas que deciden tener un solo hijo. El ritmo de vida, la incorporación total de la mujer a la vida laboral, el gasto que supone la manutención de cada hijo, la ruptura anticipada de muchas parejas, la infertilidad y otras muchas razones influyen en que un porcentaje alto de familias no se planteen tener más de un hijo.
Existen muchas ideas preconcebidas sobre la idea de tener un hijo único, por ejemplo, se tiende a pensar que será un niño “mimado”, “consentido”, que no sabrá relacionarse con otros niños ni compartir. Sin embargo, el tener un solo hijo tiene sus ventajas y sus inconvenientes, al igual que el tener dos, o más hijos. Su evolución y desarrollo en todas las áreas va a depender no tanto del hecho en sí de ser hijo único, sino, en gran medida, de la educación que reciba por parte fundamentalmente de los padres, así como del resto de familiares y amigos que componen su red social. El hecho de no tener hermanos no implica a priori que el niño vaya a desarrollar determinadas conductas que puedan resultar desadaptativas para la convivencia o para su propio desarrollo.
Características que se asocian con el síndrome del hijo único
Desde la psicología se considera que existen dos aspectos que normalmente se asocian con los hijos únicos:
Por un lado, el grado de atención que reciben por el mero hecho de ser los únicos niños que hay en casa y que conlleva en ciertos casos un exceso de atención o sobreprotección.
Por otro lado, la capacidad para relacionarse socialmente con sus iguales o para desarrollar habilidades sociales.
Atención al hijo único
Con respecto a la primera cuestión es importante, ya sea en hijos únicos o con hermanos, saber hasta qué punto estamos dando al niño un exceso de atención que pueda provocar una sobreprotección, lo que a la larga podría ser perjudicial para el desarrollo del niño. Es decir, tenemos que fomentar desde los primeros años de vida la autonomía e independencia del niño, animándole a realizar conductas adecuadas a su edad, sin demostrar una preocupación excesiva.
Prestar demasiada atención al niño, mostrar una preocupación excesiva y un miedo exagerado a que le pase algo, sobreprotegerlo… puede promover una incapacidad en el niño y en el adolescente para desarrollar habilidades y actividades que le conduzcan al alcance gradual de autonomía e independencia. Hay que tratar de controlar ese exceso de temor, ya que podemos transmitir ese miedo al niño y no dejarle disfrutar de algunas actividades. Se ha observado que a los niños sobreprotegidos les cuesta más jugar con otros niños, respetar las reglas, tienen más rabietas porque no se hace lo que ellos quieren o no consiguen lo que desean.
Por todo ello, debemos tratar de lograr un equilibrio entre cercanía, protección y demostración de afecto hacia el niño.
Relaciones Sociales con los pares
Desde los primeros años de vida se van formando vínculos con otras personas y esos vínculos van a tener influencia en las relaciones posteriores que se establezcan con otros. Pero no todas las personas establecen el mismo tipo de vínculos. Existen numerosos estudios acerca del tipo de apego que los niños establecen con sus madres u otras figuras de relación y se observa que los niños cuyas madres han proporcionado un apego seguro, manifiestan más conductas de exploración, curiosidad, solución de problemas, juego, interacción con otros niños y más confianza en sí mismos y en los otros.
Ese apego seguro se fomenta proporcionando al niño un tipo de atención que transmite seguridad, estabilidad, confianza en sí mismo, autoestima y capacidad para desarrollarse adecuadamente y de forma autónoma.
Es posible que las separaciones entre padres e hijo sean más difíciles por ambas partes (cuando nuestro hijo comienza la escuela, la independencia propia de la adolescencia, etc.). Podemos favorecer, desde que el niño es pequeño, momentos de separación entre la familia, por ejemplo, que se quede a dormir en casa de un amigo, apuntarlo a un campamento de verano…
Sobreproteger al hijo único
En el lado opuesto nos encontramos la sobreprotección, es decir, el exceso de atención que va ligada al miedo por parte de los padres a que a su hijo le suceda algo malo, a esa atención que puede transformarse rápidamente en una actitud sobreprotectora, de transmisión de inseguridad, de apego inseguro.
Al no vivir en casa con otros niños de su edad, hay que tratar de fomentar las relaciones con sus iguales, ya que para su adecuado desarrollo necesita compartir tiempo y espacio con otros niños de su edad. Para facilitarle el contacto con otros niños, podemos llevarle a la escuela infantil cuanto antes, permitir que vaya a casa de sus amigos a jugar, apuntarlo a excursiones, campamentos, deportes de equipo, etc.
Además, al no experimentar los roces y peleas típicas entre los hermanos (peleas por competencia, conflictos por no querer compartir, discusiones por recibir la atención de los padres…), puede tener más dificultad para madurar emocionalmente. Esta situación se puede agravar si sobreprotegemos a nuestro hijo e intentamos evitar que “sufra”, por ejemplo, defendiéndolo inmediatamente cuando empieza a pelearse con otro niño. Es muy importante que el hijo único entre en contacto con niños de su edad y los padres sepan mantenerse al margen, según la circunstancia, o realicen intervenciones puntuales que muestren al niño la manera más adecuada de solucionar conflictos con los iguales. De esta manera aprenderá a relacionarse, compartir, competir y experimentar peleas y discusiones propias de la edad.
Ventajas del hijo único
Pero, como se ha comentado al principio, no todo son desventajas; se ha observado que los hijos únicos, debido a las características del entorno en el que se mueven, pueden tener mayor predisposición para:
La creatividad
Los hijos únicos aprenden pronto a entretenerse solos y eso favorece el desarrollo de su imaginación e invención. Son capaces de recrear mundos de ficción en los que entretenerse largo tiempo y de pasar de una a otra actividad según sus intereses y apetencias.
La generosidad y el orden
Ambos aspectos están favorecidos por el hecho de que el niño no tiene que “defender” sus cosas constantemente de sus hermanos. Cuando presta sus cosas sabe que se las van a devolver (porque sólo son suyas, no son “de los dos”), de ahí que sea capaz de mostrarse desprendido con otros niños. Cuando el niño deja sus cosas en un lugar, sabe que más tarde seguirán allí (nadie se las toca, nadie las desordena, nadie se las quita), por eso pronto aprenderá a responsabilizarse de mantener las cosas en un orden que depende exclusivamente de él.
La madurez y el desarrollo lingüístico
El trato con adultos agilizará su desarrollo intelectual y emocional porque tendrá modelos adultos que seguir.
La estabilidad emocional y la autoestima
Disfrutará de todo el amor, la atención y el tiempo que sus padres puedan dedicarle, no teniendo que compartir ninguna de estas cosas con un hermano. Eso evitará que conozca los celos, la envidia, el sentimiento de rechazo y otros muchos sentimientos propiciados por el roce entre hermanos.
Consejos para el desarrollo adecuado de un único hijo
Por último, conviene tener en cuenta estos diez consejos para fomentar el adecuado desarrollo del hijo único:
- Evita ser demasiado absorbente
- Trata de no protegerle demasiado
- Valora sus logros
- Regáñale cuando sea necesario
- Fomenta el contacto y las relaciones sociales con otros niños
- Busca actividades extraescolares en las que pueda compartir experiencias con niños de su edad.
- Evita que siempre esté rodeado de adultos
- Fomenta una sana relación con las figuras de apego.
- Ayúdale a solucionar sus problemas, pero trata de dotarle de cierta autonomía para que él aprenda también a solucionarlos por sí mismo
- Invita a sus amigos a casa y deja que él también vaya a casa de otros niños