Las rabietas son una conducta frecuente en los niños pequeños, que emplean para manifestar el rechazo hacia algo (no querer quedarse en la escuela los primeros días, no querer comer….) por frustración o para conseguir algo que se les niega. Es la forma contundente que ellos tienen de mostrarnos su desagrado, enfado y disconformidad.
Los adultos tenemos que ayudar a los niños a desarrollar otros modos de comunicación y otros recursos para lograr lo que buscan y enseñarles que la rabieta no es el modo adecuado de expresarlo.
Lo más habitual es que la aparición de “las rabietas” se produzca a partir del primer año de vida, extendiéndose hasta los 3 años de edad. Lo normal es que desde esta edad tiendan a disminuir e incluso a desaparecer, entendiéndose que a partir de los 4 años son bastante infrecuentes en el repertorio de conductas de los niños.
LA FUNCIÓN DE LAS RABIETAS EN NIÑOS
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Rabietas con función comunicativa
Son aquellas con las cuales el niño intenta transmitirnos algo sobre estados que le son desagradables. Ocurren por la imposibilidad o la incapacidad de comunicarnos el mensaje a través de comportamientos adecuados (es decir, no sabe como comunicarlo). Se puede decir que surgen como una expresión de las emociones negativas que siente.
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Rabietas con función instrumental
Son aquellas rabietas y conductas desadaptativas que el niño utiliza para llamar la atención de forma negativa y conseguir algo.
Pueden ser para conseguir alguna recompensa (social o material) o para evitar o escapar de una situación que el niño interpreta como desagradable, que no le gusta o le resulta aversiva.
Las Causas habituales de las Rabietas en niños y problemas de conducta
- Imposibilidad para gestionar sus emociones básicas, bien sea por el momento evolutivo que atraviesa, bien sea por su carácter o sus circunstancias.
- Acumulación de frustraciones, miedos, temores, ansiedad y otras circunstancias de malestar emocional o afectivo.
- Estar sometido a situaciones que le generan tensión o estrés.
- Presentar una carencia afectiva o emocional.
- Estar sometidos a circunstancias de aprendizaje (por ejemplo, aprender el uso del orinal, abandonar el chupete ….)
- Estar viviendo circunstancias de celos, rivalidad …..
- Cuando van siendo más autónomos y no se les deja actuar por sí mismos o tomar sus propias decisiones ….
- Cuando el estilo educativo es muy permisivo, demasiado protector, o quiere compensar a base de excesos otras carencias.
- Cuando el niño siente que no es aceptado, atendido, es decir, cuando no se genera un apego seguro.
- Cuando el nivel de comprensión y expresión del niño o la niña es aún rudimentario; si no es capaz de decirnos lo que le pasa o lo que quiere es más habitual que utilice la rabieta como forma de comunicación. Igualmente, puede que el niño aprenda que la rabieta es el mejor recurso de comunicación y el estado desde el que más se le escucha o atiende.
- Cuando existen circunstancias como problemas físicos o enfermedad en el niño, estados de necesidad como hambre, cansancio, sueño, frío, calor …. el niño tiende a estar más irascible y lo comunica desde la rabieta.
Qué no hacer con la rabieta en niños
Cuando un niño comienza una rabieta en general los padres y adultos a cargo del niño solemos tener un objetivo único: el acabar cuanto antes con el episodio y la situación que se genera.
Las reacciones más típicas que se suelen tener son:
- Rendirse y darle lo que quería o permitirle hacer lo que deseaba, ya que resulta la vía más rápida de terminar con la rabieta.
- Ser estrictos, ponerse furiosos y dar órdenes.
Esto tampoco resulta ser lo ideal, ya que esta actitud no acaba con la rabieta, porque el niño sabe que lo que tiene que hacer es insistir más, llorar más alto… Y suele ir acompañado de conductas de ansiedad.
- Utilizar el castigo
En ocasiones, ante la pérdida de paciencia algunos padres, responden castigando al niño con un cachete o reprimenda.
Este recurso no fomenta el aprendizaje y a largo plazo las consecuencias no son las idóneas.
- Asustar al niño o amenazar
“Como no dejes de llorar y gritar va a venir … y te va a llevar … y “. En estos casos si el niño se asusta podría obedecer, pero las consecuencias suelen ser negativas. Puede afectar al mundo emocional del niño creando pesadillas nocturnas o interfiriendo en otras conductas como la de ir solo al baño …
- Crear sentimientos de culpa
“Si sigues así un día de estos me vas a matar…”, “Me pones muy triste cuando te pones así…”.
Los sentimientos de culpa a largo plazo tienen consecuencias negativas. La culpa debe circunscribirse siempre a la responsabilidad real, no incrementarse, ni elevarse a niveles irracionales, puesto que podría acarrear otros problemas de conducta.
- Intentar razonar antes, durante y/o después de la rabieta
Los niños menores de 4 años no siguen bien largos discursos y mucho menos si son complejos. A veces, ni conectan a no ser que sea inmediata la relación rabieta-discurso, pero no es adecuado hacerlo cuando el niño está nervioso y enfadado, ya que no atenderá a razones.
- Reaccionar con las mismas “armas”
Ponernos a su altura, enfadarnos, encolerizarnos … no es la reacción más acertada. Las reacciones coléricas agresivas, incluso violentas, no enseñan al niño como comportarse de forma positiva; es más, le enseñan un patrón de comportamiento negativo.
El niño observa en los padres y adultos conductas negativas que aprende por observación y que luego pondrá en funcionamiento con otros niños, personas… Además, crea un clima de interacciones entre el niño y el adulto.
¿CÓMO DEBERÍAMOS REACCIONAR A LAS RABIETAS EN NIÑOS?
- Debemos mostrar seguridad y estabilidad.
Los niños necesitan percibir estabilidad en el ambiente en el que se desarrolla. Hay que mostrarse tranquilo y coherente, y ante todo, desarrollar grandes dosis de paciencia.
- Debemos mantener la tranquilidad y tener paciencia.
Debemos recordar que es un niño que está en periodo de aprendizaje y que las conductas negativas desaparecerán conforme sean sustituidas por aprendizajes nuevos y más apropiados.
Debemos detenernos antes de gritar o castigar, respirar hondo, relajarnos y quizás contar hasta diez (por ejemplo) antes de tomar una iniciativa o responder. También podemos enseñar al niño a que respire profundamente cuando percibamos que está a punto de iniciar una pataleta.
- Hay que ser cariñosos. El niño ha de percibir que es querido.
Debemos mostrar al niño, siempre que podamos, el cariño que sentimos por él. No sólo de palabra, sino también y sobre todo con actitudes comprensivas y comportamientos que le indiquen que es querido y que está siendo cuidado y protegido.
- Hay que ser constantes.
Y sobre todo cuando nos encontramos con la eliminación de un problema de comportamiento, la constancia es una actitud necesaria. Los cambios de conducta no ocurren de forma instantánea. Hay que entender que este tipo de conductas es normal dentro del desarrollo del niño y del momento evolutivo por el que atraviesa.
- Hay que asegurarse de que el niño entiende lo que le pedimos y pedirle las cosas adecuadamente.
Debemos bajar hasta su nivel, para que entiendan lo que queremos transmitirles. Tenemos que pedir las cosas al niño de forma clara para que nos entienda.
- Debemos poner palabras a los sentimientos del niño cuando este aún no sabe expresarlos
Tenemos que enseñar al niño a pedir las cosas, a expresarnos sus estados de bienestar, sus emociones, a decirnos lo que quiere o lo que le pasa de una forma adecuada.
- Predicar con el ejemplo.
No debemos olvidar hacer de buenos modelos para el niño. Si la pauta educativa es contraria al comportamiento que el niño observa, el aprendizaje puede verse perjudicado.
- Pasar tiempo con el niño.
El tiempo dedicado a interactuar con el niño debe de estar dotado de contenidos de calidad.
- Ponernos en el lugar del niño y hacer lectura desde sus ojos.
Hacer un esfuerzo por comprender al niño, entender la función que desempeñan determinados comportamientos que el niño lleva a cabo..
Antes de actuar debemos analizar su conducta negativa o rabieta y actuar coherentemente.
- Es útil el uso de recompensas.
- Las mejores recompensas son las verbales o sociales.
- Deben ser inmediatas para que el niño asocie y establezca la relación entre su conducta y la recompensa.
- Hay que reforzar comportamientos adecuados en diferentes lugares y circunstancias, para ayudar a que el comportamiento adecuado se generalice y sea utilizado de forma frecuente.
- Ignorar la rabieta.
Esto no es siempre fácil de conseguir, más aún teniendo en cuenta que algunos niños, han aprendido a servirse del ambiente, eligiendo sitios públicos, presencia de otras personas, el cansancio de los padres…
Cuando ignoramos la rabieta y retiramos la atención es habitual que inicialmente reaccione llevando a cabo rabietas más intensas y sea difícil controlar su ira.
Es conveniente ser paciente y constante ya que, si cedemos a la rabieta una vez, le enseñará la próxima a insistir con esta conducta que queremos extinguir.
No usar este procedimiento cuando la conducta problema pueda tener consecuencias negativas (autolesiones, pegar a otro niño, romper algo, etc.).
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Evitar que con la conducta negativa provocada por la rabieta en niños consiga lo que busca.
Se trata de impedir que consiga lo que quiere lograr a través de la rabieta, pero es útil tratar de evitar su aparición dándole al niño varias alternativas que sean razonables y que puedan desviar su atención sin entrar en pataleta.