Mi hijo tiene miedo ¿Cómo puedo ayudarlo?
«El miedo es natural en el prudente, y el saberlo vencer es ser valiente.»
Alonso de Ercilla y Zúñiga.
Acabamos de vivir una fiesta muy divertida como es Halloween, en la que los peques suelen divertirse mucho debido a los disfraces. Esto despierta su imaginación y es algo muy positivo, aunque la temática que rodea esta fiesta en algunos casos puede infundir cierto miedo en los más pequeños.
Seguro que, si hacemos memoria, recordaremos los miedos que tuvimos nosotros de pequeños o que, en la actualidad, nuestros hijos también tienen de manera irracional. Estas fobias se producen cuando no existe nada que acuda a la razón para justificar el temor que ha producido la situación (que podría ser cualquiera). Desubicación, instinto de supervivencia innato o la propia autoprotección son la base de los miedos más comunes entre los pequeños, como el miedo a la oscuridad, al agua o a los desconocidos. Esto no debe preocupar de manera extrema a los padres, son miedos evolutivos que, en la mayoría de los casos, implican una madurez superior (al empezar a ser conscientes del “peligro exterior”).
¿Cuáles son los miedos más comunes según la edad de mi pequeño?
Como ya hemos detallado más arriba, los miedos son pequeñas evoluciones a las que se enfrenta el pequeño al ser consciente, poco a poco, de su mundo exterior. Por eso, se pueden diferenciar dos etapas muy diferentes en los miedos más habituales de los niños. Se diferencian según la edad y maduración de este. En primer lugar, la primera etapa que va desde los 6 meses a los 2 años y, por otro lado, la segunda etapa, de los 2 a los 6 años.
Primera etapa
En esta primera etapa, el niño empieza a contactar con el exterior, empieza a ir a la guardería y tratar con situaciones desconocidas para él hasta el momento. En este momento, se puede sentir inseguro y sentir miedo. El miedo más usual es el que se tiene a los desconocidos, reconocidos por la voz y el olor. Cuando el pequeño se encuentra junto a una persona que no ha visto antes, puede sentir una incomodidad que lo lleve incluso a lloriquear.
Además, ese miedo acrecienta cuando se le une el de la ausencia de los padres. Este miedo suele darse en los niños que han tenido un contacto muy cercano con sus padres en los primeros meses. Al alejarse de ellos y sentir su ausencia, se sienten solos, desamparados y crece el miedo.
Por último y más dado en los más pequeños de esta etapa, es el miedo a escuchar ruidos fuertes que les hagan asustarse o salir de la normalidad (alarmas, un motor de moto, música en un concierto…), por la misma razón que lo anterior, es una salida de su entorno desagradable y difícil de asumir en un principio.
Segunda etapa
Entre los 2 y 6 años, el pequeño ha superado la ausencia de sus padres y el miedo a lo desconocido. En esta etapa, los miedos son más difusos, la imaginación empieza a desarrollarse y el pequeño empieza a creer en miedos abstractos como los fantasmas o los monstruos. El miedo más común es el pánico a la oscuridad, por ejemplo, aunque también nace en esta etapa los miedos a animales, como el miedo a los perros, por ejemplo.
Poco a poco, irán evolucionando esos miedos a cosas más físicas: miedo a lesionarse, a la gente “mala”, a que entre alguien en casa o, incluso, a que los padres se lleguen a separar. Sin embargo, son miedos que se van mermando según madura el pequeño.
Consejos de las Escuelas Brains Nursery
Después de conocer los miedos, los padres deben afrontarlo con la mayor naturalidad posible. No es recomendable que se le riña al pequeño ni intentar que cambie su actitud de pleno, sino ver el miedo como algo normal. Los papás deberían comunicarse con su hijo y analizar la situación juntos, pero sin forzarlo a hacer algo que no desea hacer. Por ejemplo, si un pequeño tiene miedo a los perros, no se le puede forzar desde el primer momento a que se acerque a ellos, porque eso le hará sentirse más desprotegido aún.
Por otro lado, una vez que se analiza, tal y como hemos dicho, no se le debe forzar al pequeño, pero sí apoyarle y afrontar las fobias juntos. Si continuamos con el ejemplo del perro, en vez de acercarlo, se puede acercar el padre y acariciar al perro, con naturalidad. Poco a poco, el niño observará que no ocurre nada e incluso le puede apetecer acercarse y saludar al animal.
Asimismo, habrá miedos que tengan que superar por sí solos, como el miedo a la oscuridad o a la ausencia de los mismos padres en la guardería. En este caso, el padre debe fomentar la independencia del pequeño y enseñarle a que lo supere por sí solo. En este caso, se le puede enseñar a aprender a respirar, a pensar ideas agradables, etc. para desconectar de la idea de miedo que tiene en ese momento.
Por supuesto, ante todo, llevar la situación como decíamos desde el principio, con naturalidad y, sobre todo, humor. Escuchando, acompañando y apoyando a nuestro pequeño en cada una de sus experiencias.
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